El habitante tradicional del campo oriental, el gaucho, desapareció definitivamente en el ultimo tercio del siglo XIX, llevándose consigo las costumbres y las leyendas que animaron su existencia. Tiempo después, algunos sectores tradicionalistas procuraron exaltar su figura hasta extremos que nunca alcanzo en vida.
Eterno perseguido por las autoridades, acusado de ladrón y vago, en torno al gaucho y a su medio social se tejió el mito, no exento de romanticismo, de la libertad extrema.
La personalidad idealizada del gaucho lo mostró altivo, hospitalario y leal. Su parafernalia constituyo, mas tarde, la esencia de los objetos tradicionales: el caballo y la guitarra, el poncho, la bincha para sujetar los largos cabellos, el mate y las boleadoras (arma consistente en dos piedras pulidas, forradas en cuero y unidas a un tiento o soga que se arrojaban a las extremidades de un animal para inmovilizarlo).
Las correrías y aventuras de los gauchos originaron múltiples leyendas y relatos donde se mezclaban las guerras de la Independencia, las guerras civiles, los lances amorosos y los encuentros con lo sobrenatural y lo fantástico, todo ello representado como una eterna lucha entre el bien y el mal en la que aparecían elementos de la religión católica entremezclados con creencias o relatos de origen indígena.
Pero las leyendas, que requieren del relato oral, han ido muriendo al carecer de voces que las trasmitan. Solo en algunas ocasiones han permanecido vivas a nivel local gracias a personas que las recordaban y las relataban a los más jóvenes.